jueves, 15 de noviembre de 2012

Triste canción de amor

Carlos Muñoz Vázquez
8 de noviembre de 2012

Take-This-Waltz-9-1347Lo nuevo siempre termina por volverse viejo: la ropa, los autos, la música, nosotros mismos, y claro está: las relaciones sentimentales. Bajo esta hipótesis, Sarah Polley entrega su tercer largometraje de ficción en el que, a diferencia de su anterior trabajo Lejos de ella (Away from Her, 2006), se rodea de personajes treintañeros que forman parte de una generación que acostumbra rechazar lo carente de novedad tan rápido, tan fácil y tan continuamente como quien cambia de zapatos. Y no es que Polley sugiera que las generaciones que anteceden no padecieron de este dilema, sino que ahora se suman al desapego emocional y a la creciente incapacidad para generar lazos suficientemente fuertes: la realidad que se encarga de alienarnos en pequeñas burbujas.

Aunque la directora basa su argumento en un triángulo amoroso que se ha llevado a la pantalla hasta el cansancio, logra hacer que sus espectadores se detengan a reflexionar junto con ella sobre las características más humanas, básicas y contrastantes de las relaciones amorosas contemporáneas. Nos lleva con particular detalle y con una remarcable sensibilidad a recorrer los procesos mentales y emocionales de Margot, quien conoce al hombre de su vida, Daniel, mientras sigue casada con Lou, que en algún momento también fue el hombre de su vida. Entendemos, entonces, cómo con uno el enamoramiento es letal, cómo el hacer el amor sin tocarse cobra sentido y cómo la frustración de la imposibilidad nos lleva a perder raciocinio. Con el otro disfrutamos de lo seguro y de lo conocido; somos testigos de lo que alguna vez fue nuevo y se hizo viejo. Disfrutamos las bromas íntimas y el –sólo– dormir con alguien.
El minimalismo acostumbrado en los diálogos luce como nunca y logra una intimidad implícita entre los personajes y el espectador. Lo poco que se dice impacta por su belleza y por su cruda honestidad. Sin embargo, el logro más aplaudible de la realizadora canadiense no está en lo mucho que logra transmitir con lo poco que se dice, sino con lo que no se dice. Triste canción de amor está atiborrada de hermosas e inesperadas secuencias que carecen de diálogo pero que están sobradas de emotividad, de significado y de congruencia, lo que evidencia las habilidades narrativas y creativas de Polley.
Entre mujeres mayores desnudas que toman un regaderazo y atracciones mecánicas que, a ritmo de Video Killed the Radio Star (1979) de The Buggles, nos enloquecen con su fluorecencia, Polley nos regala personajes perfectamente delineados que se vuelven entrañables. Michelle Williams se consolida como una importante actriz, y la comediante Sarah Silverman deja el chiste atrás para interpretar a una alcohólica que, al final, se convierte en la única que nos pone en nuestro sitio.
 Triste canción de amor es una gran tragedia disfrazada de comedia romántica que con entrañables momentos, nos hace darnos cuenta de que lo que se hace viejo también tiene su chiste.
   
Triste canción de amor (Take this Waltz), de Sarah Polley, Canadá / España / Japón, 2011, 116 min.

Carlos Muñoz Vázquez trabaja en el área de distribución de la Cineteca. Además es programador en cineclubes independientes. 

Fuente: http://iconica.cinetecanacional.net/index.php/contenidos/criticas/51-triste-cancion-de-amor

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